domingo, 21 de febrero de 2010

LOS PERROS PIJOS


Un hombre, sentado frente al mar con la mirada hacia el horizonte azul, acaricia a su perro. El perro supera la talla mediana y en comparación con el hombre parece más joven, aún con el vigor del animal maduro pero no viejo.
Una estampa clásica que se puede repetir en cualquier lugar. La escena nos despertará unos sentimientos conocidos que pasaran fugazmente por la mente: amistad, compañerismo, fidelidad, ternura y etc. Pero si el perro de tamaño no tan pequeño yace en los brazos de su amo, mas que suplantar a un niño yo lo vi como a un enorme hot dog al que en cualquier momento su dueño iba a dar un bocado.


¿No estaremos exagerando en nuestra relación con nuestros mejores amigos haciéndoles cruzar una línea tras la cual el animal ya no sabe lo que es? ¿Y si mañana los perros se rebelan y vuelven a ser perros retomando su dignidad de animal, no de sustituto de algo imposible porque perteneciente a la raza humana con la cual no tienen ningún parentesco?
Siempre han sido una buena asociación y al elevarlos a rango de pijos o de extremadamente mimados, los reventamos de aburrimiento, a un papel que no les pertenece.



El perro aún pijo, “noblesse oblige”, no pierde dignidad y mantiene un increíble gesto de sabiduría ante nuestro espectáculo.
¿Quién se está riendo de quién?

1 comentario:

Ayelén dijo...

que loco todo eso... y los perros,¿qué pensarán?