lunes, 28 de diciembre de 2009

EL SILENCIO DEL SAHEL


Volví a Africa, al Sahel del extremo norte de Camerún, donde el asfalto se termina en Mokolo y una carretera de tierra casi imposible va subiendo hacia Rumsiki.

Mientras el mundo debate entre verdades y mentiras cuanto se calienta el planeta o cuanto lo ponemos a freír; ahí la estación seca se retrasó y llegué a un Sahel verde y colorido y lluvias torrenciales.
Al segundo día, luego de una noche más que mojada, el Harmattan se presentó al galope, barrió con las nubes, se divirtió a correr y a brincar como un niño y proclamó el comienzo de temporada tiñendo el cielo de una luz polvorienta y blanquecina y dándole un toque de enfermedad al sol a la hora del crepúsculo. Ya el polvo penetrará hasta los pliegues y se quedará hasta el final de la estación.

Al salir a la calle me sorprendió, como siempre en el África subsahariana, la cantidad de niños y jóvenes que consumen kilómetros al salir de las escuelas y liceos. Van con aire de paseo con sus uniformes de distinto color, a veces un tanto desconcertantes para nuestra paleta habitual. Sólo los más apurados se suben a las motos-taxi que van hasta con tres pasajeros; otro transporte urbano no hay.

Escuelas siempre a tope, aulas que no dan abasto, a veces con 80 alumnos por clase; pero aquí hay un liceo bilingüe con oferta de distintos idiomas.

Dos adolescentes me confesaron sus ambiciones: uno quiere ser embajador y el otro ministro, y venga a patear la pelota con las hawaianas. El sueño del bombero de antaño ha sufrido un pequeño cambio.

En el África negra la gente no llega a vieja, es la ley de los países poco desarrollados. La selección de la especie impera y los débiles sucumben por el camino o se quedan apartados. Es un concepto que hasta para algunos puede parecer normal, un freno a la población del planeta; ya la he escuchado en más de una oportunidad, pero la madre de los cretinos siempre está embarazada y los cretinos suelen pensar siempre en sí mismos.

Con unos chicos sordomudos se puede jugar a un partido de football donde el ruido del correr y las patadas a la pelota sustituyen el silencio de las voces. Todos quieren emular a Eto’o en el momento del recreo en un centro privado donde, gracias a la ayuda humanitaria y el aporte de los padres, estos chicos corren también hacia el camino de la integración social.

De repente el aire se llenó de mariposas que sin fanfarria, me confirmaron el final de las lluvias.

1 comentario:

Ayelén dijo...

Los ojos con lunitas y esos deditos que agarran la regla.