domingo, 3 de mayo de 2009

PESCADITO AMAZONICO


En Belén anduve husmeando desde la banquina los barcos de los pescadores que recién habían llegado de la faena de quien sabe cuántos días. Simple curiosidad sobre la oferta del río que por su inmensidad puede deparar todo tipo de sorpresa. Pero al cabo de varias miradas elocuentes y gruñidos, preferí atenerme a otros menesteres porque la curiosidad no parecía el mejor de los deportes a practicar.

En Macapá el mercado de pescado está directamente en la banquina y todo el mundo está sonriente y listo para la venta y hasta para el cotilleo. Nunca tuve gran predilección por bañarme en estos ríos café con leche, siempre me inspiraron gran respeto, suelen ser ambiguos y de difícil interpretación si no se conocen; ahora que vi lo que se mueve por las aguas del Amazonas no pondría ni un dedo en remojo.
El pescado me gusta que a la mesa llegue entero con cabeza incluida, aquí llega en tandas por cuestión de tamaño.

Gente mucha, colores vivaces, calor más de lo que me gustaría pero el río ventila casi siempre. Avanzamos esquivando “buracos “ en el asfalto; no hay problema, si caemos en uno salimos en Japón, la memoria me manda un flash lejano de una foto de un agujero en una calle donde un gracioso había plantado un palo con un cartel de prohibido pescar.

Los primeros días siempre se anda un poco perdidos entre tantas emociones nuevas, sabores diferentes y esfuerzo para cruzar la barrera lingüística, pero con poco sufrimiento porque a todo el mundo le gusta reírse y hacer chistes. Como dice uno de mis nuevos amigos: mi vida necesitaba un poco de seriedad por eso me vine a Brasil.

Una gran virtud la de saber reírse. En Europa últimamente la gente me da el parte diario de quejas: termino huyendo de la tragedia inconsistente.

1 comentario:

Unknown dijo...

El relato es como sentir estar un rato ahí.

Saludos.