Ese instante excepcional que parece tan fácil de captar que hasta un niño podría. Pero el mirar y no ver hace la diferencia entre una foto recuerdo, un mero trozo de papel con significado personal y un algo que despierta emociones de otro tipo. No hablemos de técnica pues sin su conocimiento nos quedaríamos a mitad camino, jugaríamos a la lotería.
Mirar en profundidad, acercarnos a lo esencial.
Todo lo que nos rodea tiene una complejidad impuesta, en su esencia es simple pero hemos perdido el entrenamiento para verla. Por pereza o exceso de información rutinaria nos dejamos llevar por el criterio que nos industrializa y nos lleva a la uniformidad de supermercado. No risk no funny, aunque se termine con múltiples chichones. Descarrilar de las vías habituales tendría que ser normal pues obliga la mente a enfrentar una realidad no plastificada, a bajar al infierno del osar. Observar el objeto y compenetrarse en él, ver la estructura de las cosas como sugiere Bruno Munari en un librito sobre sus clases en el M.I.T. Descubrir que hay gente que nace con ese don de ver lo esencial y hay quien como yo que tiene que sudar tinta china sobre los libros y mantener alta la concentración. Alejarse de todo lo que viene ya tan masticado que termina informándonos como bobos puede llevar a caminos insospechados, a desplazar continuamente el horizonte. Dicen que el cerebro es perezoso y al cabo de media hora tiende a mecanizar y buscar en la memoria recuerdos para copiar. En pintura una profesora solía dar vuelta el cuadro, así ante lo nuevo el cerebro quitaba el automático y volvía a ser agudo, en pocas palabras a trabajar de verdad. No repitamos el folleto que nos viene dado, lancemos nos a descubrir lo esencial o lo total según como lo veamos dentro nuestro. Hablar poco y fotografiar mucho, el mundo está lleno de profetas y más de uno charlatán.
1 comentario:
Hola, acá estoy.
Decidí comenzar desde el archivo y ver como van avanzando con el correr de los post.
Bueno, continúo con mi lectura ;)
Saludos.
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