lunes, 21 de abril de 2008

GENTE


Gente, gente de todas las edades se mueve por las calles, trabaja en el suelo, en todas partes; pero Burkina avanza a pasos demasiado lentos para su población. Un desolado cementerio de religiones mezcladas y pequeños letreros con los datos, confirma las estadísticas de la baja perspectiva de vida. El cementerio parece una urbanización en continua expansión con una demanda tan grande que no permite los tiempos para las terminaciones. Nuestro vehículo rueda al borde de los túmulos esparcidos sin aparente orden.

En el “gudron” algunos Mercedes y un batallón de viejos ciclomotores compiten con pequeños autobuses y camionetas cargadas hasta el retope de gente y de todo lo que sea. Por la noche camiones enormes se desplazan con el algodón a cuestas o repletos de chatarra hacia rumbos desconocidos. Los bolsillos no se llenan de la misma manera ni tampoco los platos.

Esta mezcla de animales y humanos: cabras, ovejas, pollos, bueyes y hombres que conviven todos juntos, en las calles y en los patios de las viviendas, me desorienta. La libertad de un panorama con un horizonte lejano pero demasiadas veces contaminado por una infinita cantidad de bolsas de plástico tiradas por todos lados. En esta parte de África vivo un día en la gloria y al día siguiente en el infierno. Todas estas contradicciones me hacen subir y bajar como si estuviera en un balancín para niños. Unas diferencias culturales enormes. Un punto de vista que el abismo económico que nos separa no permite vernos iguales.

Me giro para ver la Vida reírse a carcajadas de mi condición de ser humano.